EL VIENTO DE UMANAK
El viento de Umanak
El viento que no viene de ningún sitio ni va a ningún lugar, el viento que en ocasiones sopla sobre las cabezas de algunas personas, y les deja la chispa, la genialidad, o la locura genial que les lleva a desafiar los límites establecidos, visibles o invisibles y adentrarse en lo increíble, en lo sublime. El viento, el viento de Umanak, que debería un día rugir sobre todos nosotros, y permitirnos poseer la chispa, la genial locura de vivir con dignidad.
jueves, enero 20, 2005
Gentes del campo
Jo vinc d’un silenci antic i molt llarg
de gent sense místics ni Grans Capitans,
que viuen i moren en l’anonimat
que en frases solèmnes, no han cregut mai.
RAIMON

Uno es Licenciado Universitario y doctorando eterno, lo cual me convierte en un ciudadano con exactamente los mismos derechos y obligaciones, inteligencia, dignidad y honradez que cualquiera otra persona que sea conductor de autobús, camarero, médico, policía local, agricultor, albañil, operario de fábrica, probador de colchones…

Pero mis raíces se hunden profundamente en el terruño. Hemos sido agricultores hasta donde se recuerda con los paréntesis tristemente habituales de la levas forzadas (léase Guerra Civil, Cuba, El Riff, etc. hasta se tiene constancia de una mención honorífica en El Callao), pero agricultores de pequeñas extensiones, de robarle la dureza a la piedra viva, de azada y arado, sudor y lágrimas por las malas cosechas, y alegría y esperanzas, cuando la tierra a sido generosa. Pero, claro, eso era antes cuando estos oficios no estaban tan denostados, y una familia podía vivir con bastante dignidad de la tierra; de su frutos o trabajando a jornal para ella. Pero llegaron los malos tiempos, bueno tampoco es que siempre hayan sido buenos. Por ejemplo, después de la Guerra Civil, el agricultor tuvo que ceder, a precio cero, gran parte de sus cosechas porque España tenía hambre, el Cupo se llamaba. O sea, el fruto ya recolectado y elaborado, salido de la entraña de la Madre Tierra y de las costillas del que la cultivaba, y así lo hicieron, pero claro, de eso ya nadie se acuerda. Hoy, en que todo el mundo es homenajeado y pensionado por haber combatido en tal o cual bando, nadie se acuerda de la gente de la que escribo. Bueno, acordarse, si, pero para acabar de expropiar ( o robar, porque en las expropiaciones hay por lo menos un precio) los espacios comunes o locales que construyeron, a tantos jornales de carro por barba, y otros tantos de trabajo físico, entre todos los campesinos para sus necesidades administrativas o de comercio (léase locales, edificios enteros de varias plantas, para coordinar el riego y sus infraestructuras, la construcción y reparación de caminos, etc. y MERCADOS enteros, terrenos incluidos, pagados entre todos, donde acudían a vender sus productos). Por el bien común, dicen los Ayuntamientos, y eso, un servidor se lo pasa por el forro, porque entiende que el bien común se paga, y si es difícil delimitar el propietario, porque en teoría son centenares, miles, se deja donde está, porque no entorpecen el desarrollo ni el crecimiento de las ciudades, pero claro, es una bonita transacción vender unos locales o derribar un mercado y vender el terreno para hacer fincas o aparcamientos, cuando hay todavía miles de kilómetros cuadrados donde se podría hacer lo mismo. ¿O es que a alguien le gustaría que le robasen su casa, su coche o cualquier parte de su patrimonio, a precio cero, por el “bien común”?

Pero como digo, llegaron los malos tiempos. Las cosechas, las que conozco por lo menos, se cobran al mismo precio que hace veinte años, pero el gasoil, el abono, los plaguicidas etc. no han cesado de encarecerse. Al pequeño propietario, se le consideró una persona rica, y se le obligó a pagar por ello.

Y hoy , te das un paseo por campos, y todo es tristeza; los muretes caídos no hay quien los reconstruya, loa árboles sin podar de hace años, secos ya de no hacerlo, las malas hierbas se enseñorean de las parcelas y no hay quien las arranque, y la tierra es dura como cemento, de no removerla, y los pájaros que esperaban ansiosos esta labor anual y comer en esta tierra, fresca y fértil, volaron a otros lugares y el sudor, y la sangre de los que nos precedieron, ya no late, de pura pena, y lo que fueron pequeños edenes, limpios, aseados, los surcos rectos, hechos a tiralíneas, bien cuidados con toda una sabiduría de siglos aplicada a cada árbol, a cada mata de hortaliza, es hoy un campo de sueños rotos. Me estremece pensar, que es lo que íbamos a comer (Dios no lo quiera jamás), si hubiese necesidad y del exterior, no llegase nada, una vez se haya apagado la voz antigua de la tierra (que decía León Felipe).

Y claro, empezaron a denegar, entre otras cosas, los préstamos para replantar los árboles viejos y las becas de estudio, por escasez de rentas decían unos y por exceso de patrimonio decían otros, allá donde fueras a reclamar.
-¿Patrimonio? Pero si la tierra apenas da ya para mal vivir-.
–Vended las tierras- nos llegaron a sugerir.
–Y cuando se acabe lo ganado, ¿de que vamos a comer? Respondió mi padre, que dejó el colegio siendo muy niño, y por ello arrastra un ligero ceceo, pero que acude a hablar con quien sea, de tú a tú, mirando a los ojos, a la antigua usanza, importando poco que sea un notario o un alcalde. – ¿Y por qué no vende Usted su inteligencia?-Continuó mi padre- Bueno mejor no, no sea que lo encierren por estafa- concluyó el viejo, asqueado ya de tanta injusticia y tanto desprecio.
Quizás, si se hubieran gastado en vino lo que les dejaron sus padres, ahora sería más fácil.

Y el pobre hombre, con su entrañable blusa de esas que hoy conforma la indumentaria y el folclore de las Fallas y su mujer, mi madre, con su delantal de trabajo donde, plegado, recoge las vainas de las habas, con las manos endurecidas por los callos ganados en todas las batallas libradas día a día con la hoz, el arado y la azada y con la meteorología, y con el frío y el rocío de los duros inviernos, que se meten en los huesos y la lengua y la boca seca de tragar polvo en los terribles veranos y la piel curtida a la intemperie de tantas jornadas de sol a sol, y con la espalda quebrada y los hombros caídos de tanto y tanto esfuerzo, renunciaron. Pero no se desmoronaron.

Y los viejos, no quisieron ya que fuéramos agricultores y se empeñaron en ello. –Que para sufrir, ya lo hemos hecho nosotros- decían.

Y así como tantas y tantas familias, pelearon como bestias para arrancarle al terruño su fruto, y nosotros ayudamos en lo que pudimos, que uno ha sido entre otras cosas, repartidos de publicidad , mozo de almacén, capaceador, camarero, y profesor particular.

Y cuando alguna vez, y debido a que en mi trabajo he de conocer gente, alguien engominado, con su flamante traje impoluto, su pasacorbatas de platino y su reluciente rolex, pretende hacer una gracia hablando de pueblerinos, catetos y cosas así, no me puedo callar, ni nadie puede hacer que lo haga, y contesto lo mismo:
-Mira, mis padres son agricultores, como lo fueron mis abuelos, y sus padres, y entre mi hermana y yo sumamos tres carreras universitarias y un doctorado y casi otro, y eso si que es mérito, el mérito de ellos, que trabajaron y mantuvieron, para que a nosotros no nos engañe nadie, y no nos falte de nada.-
Y estas personas, allí, al oír lo anterior, quedan clavadas, a una altura, no superior a la anchura de la suela de los zapatos, y en esos momentos, esa es mi intención. Aunque después me sepa mal.

Y cuando alguna vez, como ahora, pienso, que debido a la ley natural los viejos han de irse antes que yo, se me escapa una lágrima, y me entra una basurilla en el corazón, por, quizás, no poder hacer por ellos, más de lo que ellos han hecho por nosotros.

Y el viejo, después de 40 años de cotizar, aun ha de levantarse a las 6 de la mañana, para acudir al terruño, porque la miserable pensión que le ha quedado, le impide contratar a nadie, y hace lo que puede, y dice que si vende la tierra, al precio al que han conseguido devaluarla, no iba a arreglar nada, y que tendría que venderla a los mismos de siempre, y que para eso, que se lleve la tierra el puto demonio y que le gusta sentarse en una pared y fumarse un cigarro cuando está cansado porque así lo hacía también su padre y que como él, tiene un salero hecho de caña hueca escondido en los cipreses, para cuando le apetece comerse un jugoso tomate recién recolectado de esos gordos, prietos y sabrosos como ya no los hay y que le encanta mojarse los pies en el agua de riego. Y me dice, a veces, que si se hace tarde y he de ir a buscarlo y lo encuentro muerto, que le cierre los ojos si se le han quedado abiertos y le cierre la boca, que no queda bien, porque él en esta vida, ya había encontrado muertos a dos vecinos en el campo, ancianos que como él y con su misma pensión, acudían todos los días a su trabajo en la huerta y que antes de cargarlos en el coche y llevarlos a su casa, les había cerrado los ojos, porque no le parecía decente la horrible mueca de la muerte. Y así se va todos los días, y mira el cielo aun oscuro para ver si ya es luna nueva que es un buen momento para cortar las cañas como así marca la sabiduría ancestral que poseen y que se irá con ellos. Y se va con su amigo de toda la vida y hacen lo que pueden, que ya es bien poco, y trae de tanto en tanto unas pocas naranjas que saben a gloria como no saben las que se compran en los mercados. Y mi madre se levanta con él, y le prepara el desayuno, y le pone cuidadosamente, con elegancia, su vieja y ajada gorra azul de marinero, y le acaricia el dorso de la mano y con una hermosa sonrisa que quiere esconder una cierta preocupación le dice dulcemente todos los días:
-Hoy no vengas tarde, cariño, por favor.-

Así hablaba Kaloni, el navegante a eso de las 4:06 p. m.  
4 Comments:
  • At 8:23 p. m., Blogger Poledra said…

    Ole tus padres, y ole tu por saberlos valorar en su justa medida.

    Y no te sientas mal por cerrar la boca a ningún engominado que diga algo así sobre la gente del campo, siéntete orgulloso.

    Un abrazo enorme.

     
  • At 1:48 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Me he emocionado, y no es sólo porque tenga un día tristón, sino porque me parece precioso lo que has escrito, y cómo defiendes tus raíces, y cómo adoras a tus padres. Creo que todos deberíamos echar la vista atrás por un momento y dar gracias una y mil veces a quienes nos permitieron tener la vida que hoy tenemos. Eso vale más que un rolex o un traje de Armani. Por cierto, me encanta Raimon (es otra de las muchas cosas que me enseñaron mis padres). Un abrazo.

     
  • At 2:38 p. m., Blogger Kaloni said…

    Poledra: A veces me siento mal, si. Unas veces porque el interlocutor/a es un pringado de la vida o un pobre diablo mas digno de lastima, y otras veces por no haberle dicho más al engominado/a ,o por no meterle el rolex en la boca, por chulo, por capullo ( y tambien hay repollos como dices tu).
    Gracias por escribirme y un beso.

    mai: Efectivamente, nadie es mejor que nadie, y cuando oigo a alguien conocido lamentarse por sentirse inferior a otro, tengo tb un sermón preparado, y les cuento el caso del viejo, que seguro no pasaría hambre si las cosas viniesen mal dadas, como seguramente pasaría yo, y otros muchos por no poseer sus conocimientos, que cada cual en esta vida ha hecho lo que a querido o lo que ha podido, y como el viejo, con su humilde condición a cuestas, se entrevista con un diputado a Cortes si es necesario.
    Gracia por escribir, y un besote.

    pituky: Gracias tb por tus halagos, pero te repito que tampoco soy tan buen tipo, que he sido un pendejo, un golfo, y un bribón, eso si, bastante trabajador y teniendo siempre en cuenta lo que decían los viejos “ el que es bueno para trasnochar que sea bueno para madrugar” e intentando siempre no fastidiar a nadie, y ayudar en lo que se pueda. Buen hijo intento serlo todos los días, los sábados y otras fiestas de guardar, me pongo el traje de luces ( el mono de trabajo) y me voy a buscar al viejo por el campo para ayudarle en lo que pueda.
    Gracias por escribirme y un beso.

    Anonymous: Pues fíjate yo tambien me he emocionado un poquito; iba a escribir de caballos y me ha salido esto. Una lagrimilla si que he soltado, si, cuando pienso que un día se van a ir, y con ellos, se irá apagando poco a poco la Voz Antigua de la Tierra.
    Gracias por escribirme, y no seas tan Anonymous, venga.

     
  • At 12:20 a. m., Blogger Unknown said…

    Me ha conmovido lo que has contado. Me ha llegado al alma. Se masca cada frase, cada adjetivo, luminoso, lleno de vida y expresión.

    Fenómeno!

     
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