EL VIENTO DE UMANAK
El viento de Umanak
El viento que no viene de ningún sitio ni va a ningún lugar, el viento que en ocasiones sopla sobre las cabezas de algunas personas, y les deja la chispa, la genialidad, o la locura genial que les lleva a desafiar los límites establecidos, visibles o invisibles y adentrarse en lo increíble, en lo sublime. El viento, el viento de Umanak, que debería un día rugir sobre todos nosotros, y permitirnos poseer la chispa, la genial locura de vivir con dignidad.
viernes, noviembre 18, 2005
Así en el Cielo como en la Tierra.

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Estaba un servidor sentado en una terracita frente al mismo mar, en el pueblecito al que vamos a veranear, intentando identificar y saborear los 400 elementos de los que consta una cerveza, mientras vigilaba las evoluciones de Arwen por la arena, haciendo y deshaciendo sus castillos y enseñándole a su muñeca preferida, que la mejor manera de sobrevivir en el mar, es no meterse en él (o con él).

En eso que se sientan en la mesa de al lado dos chicos del pueblo. A uno de ellos, al más alto lo conocía de vista, de verlo cuatro ó cinco veces por ahí, en la ferretería y alguna vez, creo, en la papelería y en otra ocasión en que coincidimos en la caja del supermercado e intercambiamos una pequeña sonrisa de complicidad cuando vimos que ambos llevábamos como complemento logístico de la compra semanal, una caja de botellines de Voll-Damm. Me acordaba perfectamente de él, además, porque suele llevar siempre como una especie de sombrerito tirolés.

Nos saludamos con un movimiento de cabeza, y seguimos a cada cual a lo suyo.

Al pronto, atinan a pasar por delante de la terraza, dos morenazas autóctonas, en bikini, guapísimas ellas.
Y digo autóctonas, porque hablaban en la lengua de aquí. En Valenciano, del bueno, del que hace el pueblo, con el dulce sonsonete final con el que acaban las frases por esa zona.

Y claro, hete aquí que cual partido de tenis, todas las cabezas que allí se encontraban, las masculinas por supuesto más que las otras, se desplazaron lentamente siguiendo el recorrido de las dos chicas por delante de la terraza, y he de decir, que por lo general, este tipo de miradas, más que miran, admiran. Y no pretenden ir más allá del sincero reconocimiento al Creador por el lado femenino de su Obra.

Y en eso estábamos cuando oigo como empieza una conversación entre los dos chicos sentados en la mesa de al lado y agucé el oído porque los temas Astronómicos me interesan muy mucho, mientras el chico del sombrero tirolés, le decía a su amigo:

-¿¡Osti, que te parece el planeta nuevo ese que han descubierto, el 2003 ubenosequé!? ¿Te acuerdas del Freya o Freda aquel? – Al decir esto, un brillo de emoción emergió en sus ojos, se notaba a la legua que le apasionaba el espacio sideral y continuó, no sin ansia:
- Si resulta que por convenio, para considerarlo planeta, un objeto celeste ha de ser igual o superior en tamaño a Plutón, lo mismo hay bastantes planetas más, por la nube esa de Hoorts, ¿Qué te parece?

El amigo miró a su interlocutor y resumió su parecer en un largo sorbo del botellín de cerveza que tenía en la mano.

El chico del sombrero tirolés, miró a su amigo con un poco de resignación, me imagino, y entonces, levantó el brazo, y describió con el dedo índice de su mano derecha un círculo, en el momento en que el campo visual del camarero abarcaba su mesa.

De improviso, la trayectoria circular del dedo índice derecho del chico del sombrero tirolés varió, y describió una tangente al círculo anterior, cuya proyección imaginaria se extendía hacia mi persona, señal inequívoca de que la ronda que se iba a servir a continuación, me incluía entre sus beneficiarios, y señal también, al fin y al cabo, de la certeza de que Dios existe, (o, por como van las cosas, existía este verano pasado).

Agradecí el obsequio con el pulgar en alto, y una aprobación de la cabeza, y me sonreí por lo bajo, imaginando la explosión de alegría de Homer Simpson si le hubiera tocado en suerte, caída del cielo, una Duff bien fresquita.

Y, bueno, quizá en el momento en que me recostaba sobre la silla de plástico de la terracita, adoptando con ello, la misma postura que mis vecinos de mesa, me di cuenta, por el rabillo del ojo, que los tres estábamos para una foto, igual de simétricos, con el mismo pose, es decir, tirados sobre la silla, y con la mano derecha en alto bebiendo del botellín a morro, mientras nuestras miradas, se dirigían rumbo sur-sureste, por donde se podían ver, en la lejanía, aquellas chicas que pasaron por delante nuestro.

Mientras, imagino, que el chico del sombrero tirolés pensaría, resignado, que al fin y a la postre, también puede haber estrellas aquí en la tierra, allí, caminando por la orilla del mar.

Y, en fin, muchacho, si quieres preservar tus sueños, a veces es mejor que pienses así.
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A veces, es necesario que pienses así.
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A veces.
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Así hablaba Kaloni, el navegante a eso de las 8:04 a. m.   19 vuelos sobre el nido del cuco
viernes, noviembre 04, 2005
Breve Carta de Amor ( o Carta de Amor Breve)
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Querida Galadriel:


Eres mi carta de navegación.


Siempre tuyo,
hasta lo indecible.
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Juego propuesto por La Poderosa
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Así hablaba Kaloni, el navegante a eso de las 2:55 p. m.   16 vuelos sobre el nido del cuco
 
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