EL VIENTO DE UMANAK
El viento de Umanak
El viento que no viene de ningún sitio ni va a ningún lugar, el viento que en ocasiones sopla sobre las cabezas de algunas personas, y les deja la chispa, la genialidad, o la locura genial que les lleva a desafiar los límites establecidos, visibles o invisibles y adentrarse en lo increíble, en lo sublime. El viento, el viento de Umanak, que debería un día rugir sobre todos nosotros, y permitirnos poseer la chispa, la genial locura de vivir con dignidad.
martes, abril 26, 2005
De los riesgos del fumar
.

Amaneció aquel aciago día como sólo despiertan las más grandes de las jornadas.

El humo de las hogueras donde los agricultores quemaban los rastrojos, se ensortijaba en el viento y creaba unas figuras imposibles en el cielo que ya apuntaba una claridad y un azul intenso.
Un cierto olor a ozono impregnada todo y se elevaba sobre la sinfonía que interpretaban el color de los fuegos y la coreografía de los humos, densos, níveos, de las ramas verdes, húmedas.
Ese era mi deleite cuando me dirigía al trabajo, mientras, por la radio del coche, Otis Redding esparcía los efluvios que aspiraba en el muelle de la bahía.

Y nada hacía presagiar los terribles momentos que me tocarían vivir.

Era uno de mis primeros trabajos, y tenía un jefe severo, duro. Respetaba a todo el mundo, y si alguien hacía una hora extra ( o esdrújula, que decía él), se la pagaba escrupulosamente. Pero si se le intentaba engañar o tomar el pelo, se armaba la de Dios es Cristo.
Conmigo siempre se portó bien. Estábamos gran parte de la jornada laboral a metro y medio de distancia, yo en mi mesa, y él a un lado, en su sillón, desde donde, con el teléfono, gestionaba sus negocios y ganaba allí sentado, más dinero en una semana que yo en un año.

Me dejaba su potente todo terreno para ir a Correos, y yo, claro, elegía el trayecto más largo, que incluía todos los caminos de montaña que rodeaban al pueblo y todos los baches y rasantes de los que procuraba, que no se me escapase ninguno.
Era, como digo, muy, muy duro, pero respetaba a quien trabajaba y a quién le daba buenas ideas, y nos compensaba por ello. Y los que estudiábamos, nos daba bastantes facilidades, eso si, todo tenía que estar justificado.

Era también un hombre llano, tanto es así, que me hizo bajar un día al mercadillo de los viernes, a comprarle un BOTIJO!!!, que guardaba detrás de la puerta y de donde saciaba su sed.
Allí sentado en su mullido sillón, el Jefe, con sus negocios, tenía algunos momentos de relajación y a veces me enseñaba algunas cosas del proceloso mundo empresarial, de las cuales yo me empapaba con ansia, aunque siempre guardando las formas y las distancias.

Tenía un hijo más pequeño que yo, y la verdad es que le tenía simpatía, pero no la simpatía que se les suele tener a los hijos de los jefes, esta era sincera, el chiquillo me preguntaba cosas de informática y de juegos, ya a veces nos echábamos una partidilla.

Lo que si me mataba era cuando el jefe aclaraba su siempre congestionada garganta de fumador recalcitrante. Como decía el Sevilla en su libro-ninja, parecía que estuviese arrancando un vespino.

Era un negocio el suyo, en el que se podía ganar dinero, pero había que estar siempre alerta, porque se utilizaban muchos y caros recursos, humanos y tecnológicos, y un pequeño error se pagaba muy caro.

Como le ocurrió bastante después, cuando yo ya no estaba porque me decidí tomarme un respiro para acabar los estudios, y a veces, por la calle, cuando nos vemos, con la cordialidad del respetos que nos profesábamos, le digo en broma que sin mí aquello no funcionó.
Fue cosa de intermediarios, de cambios de condiciones de cobro de hoy para mañana.
Las grandes superficies no perdonan.

Y él se ríe, cuando le digo eso, desde su amargura, ya que es de esos empresarios a los cuales se les cae la cara de vergüenza haber tenido que cerrar y deber dinero a alguien, y eso le costó dos amagos de infarto, y me consta, que aun hoy, cuando reúne algo de dinero, va cubriendo las deudas que dejó y ya casi lo tiene todo saldado.

Eso es la grandeza, la verdad.

Entonces me invita a un café y hablamos de caza y de tiro al plato y de portaaviones, temas que le apasionaban.


La cosa, es que una vez, se vino con medio cartón de Ducados, y lo dejó encima del armario. Y al parecer se olvidó de que estaba allí. Y al pasar los días, primero ante una emergencia, yo me fumaba un cigarrillo, y poco a poco, desapareció el medio cartón.

Y pasaron tres meses o un poquito más

Y yo que acababa de llegar ese día, vi que la puerta de la oficina estaba abierta y lo oí como venía gritando por el pasillo, y pensaba que pobre al que iba destinado ese chaparrón porque eran terribles sus explosiones de furia incontenida.

¿Cómo iba a saber yo, que me iba a tocar recibir ese reparto de estopa?

Y claro, me pilló desprevenido y con la guardia bajada.

Entró al despacho, con los ojos inyectados en sangre, su cara deformada por la ira, hecho un basilisco, sus fieros y coléricos ojos lanzando venablos en todas direcciones. Y entonces me miró, con su mirada entornada, durante breves momentos, en los que me la camisa no me tocaba la piel y en los que me vino a la cabeza aquel razonamiento de Hamlet: “ Y en tus oraciones, Ofelia, acuérdate de mi” y sentí, como predispone la literatura, que toda mi vida pasaba ante mis ojos.

Y exclamó con una voz ronca, potente, salida del averno, cuyo profundo pozo tendía una ramificación que discurría tormentosamente por su garganta:

¡¡¡¿QUIÉN SE HA FUMADO MI TABACO?!!!!

Tal fue el desgarrado grito que mi cerebro se embotó durante otros terribles momentos, y aunque quería pensar con rapidez, imagino que los mecanismos de defensa que nuestros ancestros nos dejaren en los genes prevalecieron, y el estrés brutal en que se han convertido aquellos resortes defensivos, se apoderó de mi.
Mi boca parecía esparto de puro seca, mis ojos, ya por libre, querían escaparse de sus órbitas, el corazón latía descompasadamente y mi sien recogía aquel brutal bombeo. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron prestos a la huida, y un sudor frío empapaba mi cuello y mi frente. Mis cuerdas vocales totalmente colapsadas.

Hasta que pude pronunciar, en un hilillo de voz:

-Me lo he fumado yo-

Y sus ojos acentuaron aún más su fiereza, si cabe, y sin dejar de posarse en mi, pronunció una frase que no logré desentrañar dado que me encontraba en un estado cercano al aislamiento sensorial.

Y lo pronunció esto lentamente, con una voz ya normal. Y su mirada empezó a relajarse, primero lentamente, y después un poco más rápido. Su rictus horrible dejó paso a un semblante más humano, y el color rojo que teñía su piel empezó a desaparecer.

Y dicho esto, dio media vuelta y se fue por donde había llegado la tormenta.

Me invadió un ligero temblor, mientras sentía que mi cuerpo volvía a la normalidad y notaba como una gota de sudor frío se deslizaba por mi espalda como pasando revista a mis terminaciones nerviosas, como queriendo comprobar que estaban en su sitio y en perfecto funcionamiento.

Y entonces desde mi mente empezaron a brotar sus palabras:


- Si te lo has fumado tú, entonces bien fumado-




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Así hablaba Kaloni, el navegante a eso de las 9:18 a. m.  
11 Comments:
  • At 11:06 a. m., Blogger Elisabeta said…

    Bueno,casi me he imaginado a tu jefe en plan temible delante de mí..¡menos mal que no fumo!.Por otra parte,esta claro el aprecio que sentía por ti,aunque cada uno en su sitio,seguramente no hubiese tenido la misma reacción si hubiese descubierto que era otro quien se había fumado su tabaco.Besitos de buenos dias.

     
  • At 7:12 p. m., Blogger Isthar said…

    Si me llega a pasar algo así ten por seguro que me caigo de culo :P

    Por suerte, aunque soy fumadora, no necesito fumar a diario y no "mato" por un cigarrillo ;)

    En el fondo ¡qué envidia de jefe!

     
  • At 7:36 p. m., Blogger Ismene said…

    Jaja,eras el "niño de sus ojos"!! :) :):

    Menos mal,ya estaba sufriendo por ti :P

    Muxisimos besos enormes!

     
  • At 2:37 p. m., Blogger Mar said…

    Pues sí, vaya riesgo: que te tiren del curro! Aunque pero riesgo, es perder la vida!
    Si es que tendríamos que dejar de fumar todos!
    Muchísimas gracias por visitar mi blog.
    Un beso!

     
  • At 2:44 p. m., Blogger Unknown said…

    Joder, que miedo da tu jefe (o tu ex-jefe o lo que sea) :P

    Pregunta ¿y si hubiera sido otro en vez de tu?

     
  • At 3:09 p. m., Blogger Kaloni said…

    ACLARACIÓN:

    Mi ex-jefe creía que le habían robado el tabaco, ya veis, despues de tres meses y pico le vino a la cabez.

    Mi acojone era debido a el miedo a perder el empleo.

    Si hubiera sido otr@ imagino que hubiera actuado igual, creo, lo que le mosqueaba es que le hubiesen robado. Quizás a otro le hubiera reñino un poco más.


    Un saludo a tod@s.

     
  • At 1:08 p. m., Blogger Noe_Izumi said…

    Diossss que bueno XD Me encanta narrar cosas cotidianas de esa forma. Como escribes, que pasada...

     
  • At 12:59 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Kaloni, tienes el don de hipnotizarme cuando te leo. Sea lo que sea que cuentas, me desconecto de todo y me meto en tu mundo.
    Un beso guapetón.

     
  • At 7:06 p. m., Blogger Ismene said…

    Jaja,yo sigo pensando que le caías mejor q otros :p (aunq yo no conozco a nadie)jaja.

    Que me alegro q al final no perdieras el empleo ni nada,me alegro muxísimo wapo.

    Muxísimos besos.

     
  • At 11:39 a. m., Blogger Poledra said…

    Me gusta la gente que va de frente...y respeta al que admite sus errores y da la cara...ese tipo merece la pena, verdad? :-)

    Un abrazo, niño

     
  • At 6:59 p. m., Blogger cris said…

    Pues me ha parecido muy tierno el final de tu historia...Parece que el tipo te aprecia más de lo que tú pensabas ¿no?
    Un beso.

     
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